Mario Vargas Llosa estudió dos años de educación secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado, entre 1950 y 1951, y esta vivencia o “aventura” (como él mismo la llama) lo marcó profundamente, al punto que cuando años después estuvo convencido de que sería escritor (hacia 1956), tuvo muy en claro que su primera novela debía basarse en esa experiencia escolar. Pero razones de tiempo impidieron que entonces se pusiera manos a la obra. Fue recién cuando partió becado a España, cuando pudo disponer de tiempo libre. Comenzó a escribir la novela en el otoño de 1958 en Madrid, en una tasca de Menéndez y Pelayo llamada «El Jute», que hoy es un restaurante con otro nombre,1 y la terminó en el invierno de 1961, en una buhardilla de París.
El proceso de escritura y reescritura de esta obra fue muy agobiante. Vargas Llosa lo confesó a Abelardo Oquendo en una carta que le escribió a principios de 1959:
ORIGEN DEL TITULO
El primer título que tanteó el escritor para su novela fue La morada del héroe, que cambió luego por Los impostores, aunque sin quedar satisfecho. Estando en Lima se encontró con su amigo, el crítico peruano José Miguel Oviedo, a quien consultó sobre esta disyuntiva. Oviedo, que ya había leído la obra con un grupo reducido de amigos, sugirió el nombre de La ciudad y las nieblas, por alusión a la niebla que siempre cubre la zona costera donde se halla el colegio militar y que es aludida frecuentemente en la novela. Como no convenciera a Mario, entonces Oviedo sacó de la manga otro nombre, La ciudad y los perros, por alusión a los “perros” o cadetes de tercer año, personajes de la novela. Mario, entusiasmado, exclamó entonces: «Ese es el título», y así fue como quedó bautizada la primera novela del escritor.
ARGUMENTO
Esta obra está ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde adolescentes y jóvenes internos reciben formación escolar secundaria bajo una severa disciplina militar. Se narran las diferentes historias de unos muchachos que descubren y aprenden a convivir con una forma de vida alienante que no les permite desarrollarse como personas, y donde se les somete y humilla. No obstante, a través de este sistema, algunos encuentran la fortaleza necesaria para asumir sus retos.
Vargas Llosa critica la forma de vida y cultura castrenses, donde se potencian valores determinados (agresividad, valentía, hombría, sexualidad, etc.) que mutilan el desarrollo personal de los muchachos de ese internado. Con gran profusión de personajes, las vidas de estos se van entrecruzando, hasta tejer el tapiz de la obra. El nudo del relato se concentra en torno al robo de las preguntas de un examen, que es delatado por un cadete apodado el Esclavo, quien luego muere, presumiblemente a manos de otro cadete apodado El Jaguar. Otro cadete, el Poeta, tratará infructuosamente de denunciar al Jaguar. Todo ello enfrentará a los cadetes entre sí, y a todos ellos con las autoridades del Colegio, que son a la vez oficiales del ejército. El epílogo de la novela certifica lo que ha sido el colegio para los protagonistas: una estación de paso que los ha formado o deformado, para integrarlos a la sociedad civil.
(MIGUEL ANGEL SÁNCHEZ VALLEJOS)